EL PORQUÉ DE LA COMPLACENCIA

El martes leí en el blog de Ignacio del Valle un artículo que me pareció realmente espectacular. Se titulaba "Quiero coletas de vikingo".

Este artículo me hizo pensar sobre la complacencia, la pasividad, la abulia, la apatía, la dejación, la desidia, el desinterés, la inacción, la indiferencia, la inmovilidad... que nos embarga a medio mundo.

Desde que Nietzsche proclamó la muerte de Dios, creo que no queda nada absoluto que gobierne el mundo. Sin embargo hemos concedido a la democracia, a los políticos, a los dirigentes, a los banqueros... las prerrogativas que antes concedíamos a Dios y a su Iglesia. Hablo de Occidente, en Oriente la cosa tiene otro color.

Nos hemos aborregado, hemos declinado nuestra responsabilidad por unas migajas como el empleo estable, el sueldo fijo, el presentismo para no perder el trabajo aún a costa de nuestra salud.

Nos hemos acojonado, tenemos miedo a todo y a todos. El lenguaje políticamente correcto, la necesidad del igualitarismo, el miedo a violentar los derechos de los alumnos (o a que nos acusen de algo, de lo que sea, pero de algo), el derecho absoluto del criminal o del terrorista a costa de la vergüenza de la víctima.... Somos más paletos que la España de hace 60 años.

No soy partidario del abuso del más fuerte, reconozco los derechos de las minorías, respeto a todos y lo que cada uno piense. Pero eso no me hace más débil, me hace más fuerte.

Pero cada día que vivo en este mundo veo que lo único que se respeta, al final, es el puñetazo en la mesa, la amenaza chulesca, el abuso de los derechos que le son reconocidos a uno más débil para, en principio, protegerlo del más fuerte, el desplante grosero, la infame mentira, la burda palabrería que esconden abusos de poder, el chabacano y arrabalero lenguaje desafiante y soez.

¿Qué mierda de sociedad estamos haciendo?

La única alternativa es retomar la responsabilidad, hacerse cargo cada uno de lo suyo y, entre todos de lo común; no dejarse intimidar por chulos barriobajeros que no tienen dos guantazos; imponer, si imponer, la ley de la razón y el sentido común,  del trabajo, del sacrificio, de la austeridad, de la organización, del principio de jerarquía, etc.

Será anticuado, pero son valores que siempre han funcionado. Desde que el hombre es hombre. Tendremos que adaptarnos a las nuevas épocas pero sin debilitarnos. No es más fuerte el que más voces da. Si rascas un poquito, verás que no es tan fiero el león como lo pintan. El miedo es libre. Yo tengo miedo a lo que quiero tener miedo y nada más.

En un momento de crisis, de incertidumbre, de zozobra, hay que agarrarse a valores seguros, que han funcionado siempre. Quitémosle el barniz que los hizo odiosos y los veremos en su esencia. No hay otro camino. La dejadez, el inmovilismo, el dejar que otros nos solucionen la vida, la irresponsabilidad, nos conduce al caos, a la quiebra, al miedo, al precipicio.

Habrá que tomar medidas drásticas porque lo exige el momento. Yo quiero, también, unas coletas de vikingo.